sábado, 15 de enero de 2011

Un corto

Un brillo desafiante iluminó su pupila.
El viento huracanado de aquel 20 de agosto azotaba su cuerpo, dándole un aire misterioso y un tanto siniestro a aquel chico que contemplaba la noche desde lo alto.


Y allí estaba ella, caminando entre calles húmedas y sombrías.
Con la mirada extraviada y de cabellos claros, con largos pasos que al parecer huían pero que en realidad perseguían. Ella era la melodía, la dulce melodía que rompe la noche y su silencio.
Y la luna dejó entrever su rostro pálido entre las sombras y sí, perfectísima. Era ella.


Fue entonces cuando una sonrisa se dibujó en el rostro de Sebastián y un instante después desapareció, dejando tan solo un vago recuerdo de su presencia en aquel lugar.


Un par de locos se amaron aquella vez. Se amaron una dos y tres...
Dos almas perdidas se unieron al revés...
Ángeles caídos que pecaron una vez, mejor dicho, una dos y tres...


Terminado el encuentro ella lloró...
Terminado el encuentro, el tomó su boleto de avión.
Terminado el encuentro, una vez más, ella lloró.


Se vistió rapidamente, la besó y salió de la habitación. Algo dentro de él se resquebrajó pero era el destino, lo esperaban en New York.


Aguardó cinco minutos en un fúnebre silencio. Escuchó su partida y después de tanto fingir al fin llamó a quen debía.


- José, ven ya, amor.


Al subir las escaleras directo al avión, comprendió que no podía dejar a ese gran amor... Abandonó todo y él, por ella, regresó.


Mismo lugar, día 21, 5:13am.


Dos jovenes dormían en el sueño eterno. Muertos por el dolor de un  corazón que furioso, los mató.


Y es así como la madrugada se tiñe de rojo y negro. La madrugada se torna violenta.
Y todo gracias a una pequeña. Pobre tonta, amiga Michelle.

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