Un brillo desafiante iluminó su pupila.
El viento huracanado de aquel 20 de agosto azotaba su cuerpo, dándole un aire misterioso y un tanto siniestro a aquel chico que contemplaba la noche desde lo alto.
Y allí estaba ella, caminando entre calles húmedas y sombrías.
Con la mirada extraviada y de cabellos claros, con largos pasos que al parecer huían pero que en realidad perseguían. Ella era la melodía, la dulce melodía que rompe la noche y su silencio.
Y la luna dejó entrever su rostro pálido entre las sombras y sí, perfectísima. Era ella.
Fue entonces cuando una sonrisa se dibujó en el rostro de Sebastián y un instante después desapareció, dejando tan solo un vago recuerdo de su presencia en aquel lugar.
Un par de locos se amaron aquella vez. Se amaron una dos y tres...
Dos almas perdidas se unieron al revés...
Ángeles caídos que pecaron una vez, mejor dicho, una dos y tres...
Terminado el encuentro ella lloró...
Terminado el encuentro, el tomó su boleto de avión.
Terminado el encuentro, una vez más, ella lloró.
Se vistió rapidamente, la besó y salió de la habitación. Algo dentro de él se resquebrajó pero era el destino, lo esperaban en New York.
Aguardó cinco minutos en un fúnebre silencio. Escuchó su partida y después de tanto fingir al fin llamó a quen debía.
- José, ven ya, amor.
Al subir las escaleras directo al avión, comprendió que no podía dejar a ese gran amor... Abandonó todo y él, por ella, regresó.
Mismo lugar, día 21, 5:13am.
Dos jovenes dormían en el sueño eterno. Muertos por el dolor de un corazón que furioso, los mató.
Y es así como la madrugada se tiñe de rojo y negro. La madrugada se torna violenta.
Y todo gracias a una pequeña. Pobre tonta, amiga Michelle.
ta bkn!!!
ResponderEliminarsigue así ^^